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3 de junio de 2013

No es tan vergonzoso estar en un escenario musical



—Pero si vos sos capaz y muy inteligente… y ya estás metida en el asunto.— dijo mi madre mientras desayunábamos un emparedado en la soda Bedu del Mercado Central, parada que hicimos antes de ir a los estudios de Canal 13.


Yo tenía algunos años pensando que lo peor que podía ocurrirme era pasar a tocar saxofón a un escenario. Me daba pavor lo vacío que estaba el escenario y lo lleno que estaba el público, quienes casi siempre eran padres y hermanos ansiosos por que terminara todo e irse a Burger King. Veinte minutos antes de salir sentía un vacío horrible en el estómago, y cuando ya estaba caminando hacia el atril tenía las manos sudadas y los ojos perdidos –a veces buscando los lentes de mi abuelo en la primera fila–. Pero no. Hay otra cosa peor que esto, y es la vergonzosa historia de cuando tenía 13 o 14 años:


Mi madre decidió inscribirme en un programa de preguntas a lo Quien quiere ser millonario –también he tenido que ver con QQSM "gracias" a mi madre, pero eso es otra historia–, versión Sinart. De esta experiencia he sacada muchas conclusiones, pero la que importa acá es que ese día di con que lo peor que podía pasarme en la vida no era el escenario musical, sino las cámaras y los presentadores tontos en un set descuidado. Hasta la fecha de hoy no he podido recordar mucho de lo sucedido al comenzar la grabación, posiblemente porque en esos momentos me imaginaba a mi hermana tirada en el piso de tanto reír, viéndome nerviosa metida en un camisón amarillo de Perimercados. Juro que tengo una vorágine en mi impecable memoria sobre esos momentos. Solo recuerdo el final del terrible concurso que me patrocinó un viaje aburrido a Limoncito lluvioso, de donde solo extraje fotos saltando en la playa para mi Hi5. 


Por eso cada vez que voy a tocar seriamente en un escenario o en un examen con profes al frente, respiro y agradezco el no estar en ese sillón ochentero del Sinart respondiendo preguntas al presentadorcito ese que se trababa lo más seguro por ojear a la asistente del programa, quien era su reciente esposa trofeo.

—Bueno ya, ni que te hubiera llevado a Sábado Feliz.— posiblemente dijo mi mamá cuando salí bufando por el acto vergonzoso que acaba de hacerme cometer.
  




La verdad hubiera preferido salir en el segmento del Palí, haciendo gala de mis dotes para comprar y correr.

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