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6 de marzo de 2011

1992 o Tesina Vacacional

 Desde hace 11 años estoy bastante acostumbrada a tener unas mezquinas vacaciones de 1 mes y medio después de finalizado el burdo curso lectivo.
 Las cosas cambiaron radicalmente (toda ridícula) este año, ahora que entraré a la universidad. 
Se los digo así nomás: Tres largos meses de vacaciones. 
Llenos más de aburrición que de diversión, pues el presupuesto vacacional no da para nada. Unas vacaciones tediosas y estiradas que me convirtieron en otra criatura.
Me encanta madrugar pero estas señoras feas me obligan a levantarme después de las 10 am, su peor crimen ha sido la maldición que vertieron sobre mí al no dejar que me leyera ni un solo libro debido a que apenas empezaba uno por una misteriosa razón no podía seguir leyendolo; me aburría de este o se me perdía si este me interesaba, en fin, digo que es el peor crimen porque pienso que no hay nada más multifuncional que la lectura (sirve para alejarse de ser un homo neanderthalensis o bien desprendernos un poco lo equus africanus asinus que se nos ha pegado con estos tiempos, para tener entretenimiento sano, para ejercitar esta gorda imaginación y para alimentar el único rastro de nosotros que quedará impregnado en el Universo), y mucho más en vacaciones, cuando pude haberme leído más de 10 libros. Y más allá de ese crimen, estas vacas locas estigmatizaron mi curriculum libristico, pringándolo de Chicken Soup (for the teenage soul, por cierto) por todo lado, sí, que vergüenza, hasta esos extremos llegué con tal de leer algo.
La TV nunca me ha llamado la atención así como para verla todo un día entero empijamada y acostada en un sillón con cereal y palomitas adornando el panorama, así que descartada de mi plan vacacional at Da Home Los Sueños Marriot. Y bueno, sucumbí a los burdos entretenimientos virtuales pero eso no quiere decir que haya estado satisfecha con ello.
1992 horas, de las cuales un poco porcentaje fueron bien aprovechadas, fueron las que tuve sobre mí cual Atlas cargando los pilares de la bóveda azul y finalmente estoy aquí con muy pocas (muy, realmente) de ellas, lamentandome porque al fin encontré un libro maravilloso merecedor de toda mi absortación (cuando pude haberlo encontrado antes) y bueno, porque cuento esas horas. 1 9 9 2, mil novecientas noventa y dos.



1992... el año en el que, de haber nacido hoy tendría 18 años y no tendría que ir mañana al banco con un mayor de edad para abrir mi cuenta. 1992, un año bisiesto (me dan miedo), año en el que Bosnia Herzegovina soltó sus cadenas de Yugoslavia y Rigoberta Menchú recibe el Nobel de la Paz, Astor Piazzolla decide dejar este mundo y seguir tangueando en otra dimensión.
Y, finalmente, el 8 de septiembre de 1992 Ginevra Molly Weasley abre la Cámara de los Secretos.
Mil novecientas noventa y dos horas de vagaciones. 
Largas y tediosas.  

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