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21 de diciembre de 2010

Gracias a los chinos hoy soy lo que soy

Siempre he sido una madrugadora y siempre observo lo que no es común.
Estas dos características trajeron a mí un día muy especial que no voy a olvidar: el día que decidí ser músico (see, no se dice "música" si una mujer se dedica a la música).
Tenía 9 años (creo) y me levanté a las 6:00 am. Me serví mi tradicional plato hondo de Corn Flakes con rebanadas de banano, y muchísima azucar, me fui directo al sillón en mis pijamas exageradamente pueriles y encendí el televisor. Naturalmente a esa hora solo habían anuncios de Ofertel, así como el de Reduce Fat-Fast, el envidiado Tanagra y más productor de ventas por TV.
Afortunadamente mi perseverancia dio con un canal nacional que casi nadie ve -no sé por qué- y allí dio comienzo la cinta oriental que me inspiraría hasta hoy en día.
Se llama He ni zai yi qi (Together). Trata de un niño violinista de bajos recursos y sin madre (obviamente prodigio, porque jamás he visto una película que narre la vida de un infante que toca su instrumento sin "prodigiosidad"). Les resumo resumidamente -la redundancia es un recurso que me hace expresarme con mucha claridad-: El padre sabe que su hijo es muy bueno tocando el violín, y se lo lleva a Beijing para meterlo en un buen lugar. Una vez allí él toca en un concurso y uno de los jueces resulta ser un profesor del mejor conservatorio de la capital, él ve el talento del niño y lo mete en el conservatorio -fantasía de todo músico inútil como yo-. En la mitad de la película se desarrollan hechos que no vienen al caso de la música y la "prodigiosidad", pero los menciono; el niño (bueno, tiene como 13 años) se enamora de una muchacha que vive en su edificio (es una cazafortunas) y el niño le empieza a comprar cosas, hasta que empeña el violín (pero estos son hechos ignorables). Lo no ignorable es que el niño resulta ser terriblemente prodigio y su profesor le pide que se vaya a vivir con él, el niño deja a su perfecto y amoroso padre, que solo quiere ver a su hijo feliz, y se va a vivir infelizmente con su maestro. El atrevido chinito hasta que esta allí se da cuenta de que extraña a su buen padre y comienza a sentir la soledad. En un ambiente de presion para él termina huyendo de su pasión, la música.
¿Pueden creer que el niño consigue tocar el Concierto en Re Mayor para violín de Tchaikovsky? Y con la mejor orquesta. Y en el mejor teatro.
Pero el niño, a pesar de esto, se marcha. Solo huye. Está abrumado y ya no puede más, se da cuenta de que hizo mal (y aquí es cuando se me empieza hacer el nudo en la garganta).
Se va a la estación del tren.
Y partir de aquí sólo puedo llorar y llorar.
Su padre lo encuentra en media estación, dándole una mirada de perdón y allí el nilo decide tocar para su padre el Concierto, no para los snobs del teatro, no a su rígido profesor. A su padre.
Y de escenario una estación.
Así se debería hacer la música.


Desde ese día me di cuenta de que hay muchos que pueden demostrar mucho con un instrumento y yo me dije que haría con mi saxofón lo que nunca puedo hacer con mi boca y gestos. Un brindis de cerveza de mantequilla in-line por aquellos que se tiraron esta conmovedora cinta en su casa. Sírvanse a ver esa escena inspiradora.

1 comentario:

  1. Salud! si señor!!! me acuerdo también cuando vi esta película, me parece que la pasaron por cinecanal... o cinemax....... en el mismo instante en que terminó, quise salir corriendo al ''video'' a ver si la tenían, para ver esa ultima escena de nuevo!!.... el problema es que cuando le dije al mae del video el nombre de la película (He ni zai yi qui), me hizo una cara como que si le estuviera hablando en chino (la agarró)!!!... pues sí Fer, es de esas películas que cuando terminan, a uno le entran unas ganas de ir a estudiar todo lo que no estudió en un año!,... sí Fer, nos llegó el chamaquito...

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